
No conozco a Jesús Sánchez Etxaniz, el pediatra del hospital de Cruces en Bilbao que ha sido amonestado por atender a una niña moribunda en su tiempo libre, pero he conocido a un puñado de colegas suyos con una entrega y un compromiso idénticos. He conocido a pediatras oncológicos y a paliativistas que dan su teléfono privado a las familias de los niños en fase terminal para que les llamen a cualquier hora del día o de la noche. He conocido a doctoras que, tras una jornada agotadora, se despiertan a las tres de la mañana y llaman al hospital para preguntar por el estado de su paciente y cambiar pautas y dar consejos. He conocido a profesionales que llevan su vocación y su servicio muchísimo más lejos de lo que las cláusulas de su contrato o su plaza de funcionario les exigen, y gracias a ello, los padres quienes hemos sostenido a nuestros hijos en brazos mientras morían encontramos apoyo, seguridad y cierto consuelo, y nuestros hijos recibieron dignidad.
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